EL ESCENARIO DEL MUNDO.
Mis días de metro
Escenario: cualquier metro del mundo. Escaleras mecánicas que suben y bajan cruzando vidas. Repletos de personas silenciosas y abstraídas, jóvenes y mayores, locos y poetas.
Un mundo subterráneo de autómatas con prisa, donde se estanca la historia que cada cual esconde en su interior, vidas fraguadas en años de dolor y risas.
Gente pululando por los andenes del metro, las mujeres agarradas a sus bolsos llenos de las únicas pertenencias que las independizan o esclavizan de sus hogares; jóvenes siempre con sus móviles apretados a los auriculares de sus orejas, extasiados -libros a la bartola-, mirada fragosa y ardor de juventud por resarcir.
Un mundo de "abajo" que también se vislumbra en la superficie. Cada cual a su batalla, como muñecos autómatas que ascienden y descienden de un mundo al otro. El metro es el nexo de ambas historias de esas miradas entrecruzadas desde escalera a escalera, y la superficie donde el populacho corre, se roza con todos, pero donde nadie se disculpa porque ni siquiera se miran.
El cielo o el infierno podrían estar en ambos escenarios. Lo único que no cambia son nuestras historias, y nuestros semblantes.
Cuando llegamos a casa, nos transformamos... Somos los hijos buenos o malos, el cónyuge maltratador, infiel o cariñoso, los padres incordiosos o los abuelos con alzheimer u octogenarios sanos de cuerpo y mente. Una casa, una ventana, un mundo detrás de cada puerta de esas viviendas, varias historias que contar, y fuera, el mundo entero a los pies: sublime, alterado, loco, fantasioso, stresante, como queramos.
Pero el mundo lo hacemos nosotros, con nuestras vidas y el papel que nos toca jugar en ellas. En fin, la vida que nos lleva y nos trae por los andenes del destino...
(Estas líneas son un extracto del relato:"Escenarios del Mundo")
09/02/06
Un mundo subterráneo de autómatas con prisa, donde se estanca la historia que cada cual esconde en su interior, vidas fraguadas en años de dolor y risas.
Gente pululando por los andenes del metro, las mujeres agarradas a sus bolsos llenos de las únicas pertenencias que las independizan o esclavizan de sus hogares; jóvenes siempre con sus móviles apretados a los auriculares de sus orejas, extasiados -libros a la bartola-, mirada fragosa y ardor de juventud por resarcir.
Un mundo de "abajo" que también se vislumbra en la superficie. Cada cual a su batalla, como muñecos autómatas que ascienden y descienden de un mundo al otro. El metro es el nexo de ambas historias de esas miradas entrecruzadas desde escalera a escalera, y la superficie donde el populacho corre, se roza con todos, pero donde nadie se disculpa porque ni siquiera se miran.
El cielo o el infierno podrían estar en ambos escenarios. Lo único que no cambia son nuestras historias, y nuestros semblantes.
Cuando llegamos a casa, nos transformamos... Somos los hijos buenos o malos, el cónyuge maltratador, infiel o cariñoso, los padres incordiosos o los abuelos con alzheimer u octogenarios sanos de cuerpo y mente. Una casa, una ventana, un mundo detrás de cada puerta de esas viviendas, varias historias que contar, y fuera, el mundo entero a los pies: sublime, alterado, loco, fantasioso, stresante, como queramos.
Pero el mundo lo hacemos nosotros, con nuestras vidas y el papel que nos toca jugar en ellas. En fin, la vida que nos lleva y nos trae por los andenes del destino...
(Estas líneas son un extracto del relato:"Escenarios del Mundo")
09/02/06
RETRATO DE UNA SOLEDAD
"... La casa vacía, la soledad perpetua entre el buillicio del gentío por las calles, el sonido apagado del silencio de la noche, el rumor de mi corazón mientras me acuno para dormir... La soledad me busca y yo me dejo encontrar...
(Estas líneas están extraídas de mi libro Ultimas Soledades, relato titulado "Retrato de una soledad")
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