"Podrán cortar las flores, pero no detendrán la primavera"(Neruda)

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viernes, 4 de junio de 2010

El escritor Ángel Brichs nos habla del libro de poemas y canciones 'Soledad que en mí moras', de Alicia Rosell

martes 25 de mayo de 2010 - Asamblea de Palabras ¡Gracias, Francisco Cenamor!


Somos muchos los lectores y escritores que hemos conocido, mediante esa herramienta de masas que es Internet, a una autora especial que podríamos calificar de “incombustible”, que día tras día nos ha mantenido al corriente de sus actividades.

Gracias a su programa radiofónico y su revista digital La voz de la palabra escrita internacional , en poco más de dos años ha conseguido llegar a un público amplio y dispar que se encuentra nadando por las cuatro esquinas de nuestro planeta, configurando una fuerte red de autores, noveles algunos, profesionales otros, con un objetivo común que les une: su amor por la literatura.

Y es que cada día son más los autores que, del mismo modo que Alicia Rosell, utilizan las nuevas tecnologías y aplicaciones que se derivan de canales comunicativos en red para encontrar su sitio en este mundo tan complejo. Un mundo al que le cuesta aceptar a todos aquellos autores que no han tenido la suerte de ganar una buena remesa de certámenes y premios más o menos importantes. Un público que saluda a los ganadores y acusa un eco ingrato para todos aquellos que no tuvieron su misma suerte.

Rosell, en cambio, nos descubrió la posibilidad de hacernos partícipes de una serie de autores, para muchos desconocidos, rompiendo con las leyes draconianas que el mundo de la literatura, inconscientemente, había recabado para sí; ofreciéndonos la posibilidad de descubrir a muchos otros que, aunque estaban lejos de serlo todavía, se esforzaban por mejorar, mientras que dábamos una calurosa bienvenida a aquellos más aventajados, pudiéndonos comunicar con ellos, por muy lejos que estuviesen.

Pero no es mi objetivo hablar aquí de esa Alicia Rosell “online” ni de sus recientes designaciones como subdirectora de la Unión de Escritores y Artistas del Caribe (UEAC), su presidencia en SIPEA España o Asesora del Consejo Consultivo de UHE
En sí, de lo que quiero hablaros es de alguien al que todos aquellos que no pertenecen al mundo de la literatura no conocen demasiado. Quiero presentaros a la mujer que se esconde tras ese nombre y apellido; una persona nueva que se nos descubre como una poeta y escritora digna de tener en consideración. No hablo de nadie más que de Purificación Ávila, una escritora nacida en Etxébarri, una hermosa y pequeña población situada a las afueras de Bilbao.

De la misma forma que el Dios romano Jano, Purificación se nos muestra como una persona de carne y hueso que “siente” ese ardor literario que todos los escritores llevamos dentro. Y es precisamente en este libro donde lo hace con toda su intensidad. En Soledad que en mí moras (Alicia Rosell Ediciones, Bilbao, 2010), recopilatorio de canciones y poemas de la autora, descubriremos una poetisa que proyecta un neorromanticismo efervescente, acuñando una simbología a medio camino entre el folclore y los mitos paleocristianos, vertiendo instintivamente toda una lírica amorosa al más puro estilo “trovadoresco”, donde los conceptos del amor y del odio pueden convertirse en caras de una misma moneda.

No es de extrañar que este tipo de lírica amorosa, a día de hoy, continúe siendo la más extendida y seguida por cuantos lectores y admiradores de la poesía, aunque, en el caso de Purificación, adquiere un cariz que la diferenciará de otras escritoras que puedan existir.

En contraposición de ese estilo más bien breve y conceptual del que es provisto la poesía tradicional vasca de Elizamburu o Iturriaga, Ávila se inspira en un modelo lírico anterior a esa literatura romántico tradicionalista que impulsó el “renacimiento” de la obra narrativa y poética en el País Vasco. Pero no va muy lejos para conseguirlo. En sí, ni siquiera se mueve de donde vive. Como buena etxebarra comprende que ante sí tiene todo aquello que necesita para escribir.

Descendientes del linaje del Cid, los Legizamón se instalaron en la Baja Edad Media en lo que hoy se conoce como el Valle del Nervión, pasando a ser los señores feudales de muchos pueblos y villorrios que estaban bajo su “protección”. Etxébarri era uno de esos pueblos, el cual adquirió una suprema importancia en la época, al confluir con el Camino de Echévarri, una vía comarcal que enlazaba Castilla, Orduña y Bermeo; de ahí su nombre. Y fue precisamente en ese entorno campestre e idílico donde creció Purificación, ejerciendo una poderosa influencia en nuestra autora, la cual bastaba de acercarse a la Anteiglesia de San Esteban y contemplar el río Nervión y los valles circundantes para alimentarse de esa inspiración tan necesaria en cualquier escritora, lo que en su caso se transmitiría en una poesía que posee cierta semblanza con la lírica culta medieval, con tópicos tan usados como el del “amor cortés”, como podemos ver claramente en el poema 'La espera':

¡Qué adusta soledad!
¡Qué bacanal de pesares!
¡Qué espera ingrata!
¡Con cuánto urgente desánimo,
me invades!

En él, Purificación nos evoca al viejo tópico barroco del “retorno del amado”, la metáfora de “alado beso” no representa más que al Dios romano Cupido, y las sucesivas exageraciones que devienen en continuas gradaciones hiperbólicas construidas con el determinante “Qué”, dejan entrever un evidente resentimiento por la posible pérdida del Ser Amado. Amor, que posiblemente no volverá y que la única defensa que nos muestra Ávila ante ello yace en la virtud de la “esperanza” que hará que no se apague el fuego del deseo hasta el punto de convertirlo en desesperación: ¡me invades!

Aunque Ávila deja volar su imaginación buscando la acción de sus poemas en mitos más propios de los cantos amorosos de Chrétien de Troyes y sus textos artúricos, nuestra autora mece muy bien los hilos para describir conceptos seculares y propios de la cultura helénica y cristiana (el pozo de las ánimas=el inframundo; cabellos=símbolo de virginidad; el agua=como cita amorosa y erotismo), a la vez que también intenta encontrar ese “beatus ille” buscando, igual que los modernistas, huir del mundanal ruido, en su caso el de Purificación, que reside a pocos minutos de una de las ciudades más industrializadas de España. Por tanto, de la misma forma que podemos ver en ella una profunda influencia romántica a lo Bécquer
en poemas como 'Noche negra' o 'El beso alado', también podemos contemplar una clara influencia modernista en otros como 'Desvaríos de amor', el cual posee algunas similitudes, en cuanto a la forma al menos, con poemas tales como 'Los sueños', de la serie Galerías de Antonio Machado.

Sin embargo, el estilo que rige en Ávila prima más bien por su vertiginosidad poética, frecuentemente desprovista de un hilo conductor que, en cuanto que inexistente, da paso al embellecimiento retórico, dotándose de todo tipo de figuras como sinalefas continuadas (más propias de la glosa o de la prosa poética), y cambios de ritmo versicular, que no son más que los impulsos que hacen vivir a ese otro corazón poético que es Rosell.

Dicen que los alejandrinos escribieron una vez que “el poeta es la voz elegida para la publicación del bien”. He aquí que en Ávila esa frase adquiere toda su dimensión. Y para ello, acude con frecuencia un estilo que algunos críticos han descrito erróneamente como New Age y que, como podemos ver en el poema 'Caballo y espada', nos recuerda a la idealización del amor cortés, en un cielo de plúmbea hojalata (clara referencia del ambiente industrial donde vive y escribe la autora). Eterna alegoría que dibuja una época perdida, asiéndose en el tópico del “tempus fugit”, donde su motivo principal se centra en la tradición romántica de la epístola amorosa, tan extendida en España. De allí, podemos establecer una conexión con el formato renacentista de “la cárcel de amor”, como veremos en la canción 'La carta y el olvido'.

En el segundo poema de la serie Luces y sombras, titulado 'Sombras', alude a la fugacidad, la inconsistencia del tiempo; argumentando que todo amor es breve y no dura eternamente:

Muere la tarde...
Mi alma camina entre suspiros;
Sueña silencios...

Ayer fui carne alegre,
hoy soy sólo carroña.

Mientras que en este poema podemos observar una influencia de algunas figuras retóricas de ámbito sonoro como la sinestesia y la adjetivación, en otros como 'Espejismo en la tarde' podemos encontrar cierto paralelismo con obras como el poema 'En los espacios del tiempo', de J. Ramón Jiménez. En ese poema, la autora mezcla su métrica (más dada al verso libre que a otro en particular), sus tópicos medievalizantes o neorrománticos, y recaba en una poesía más “moderna”, usando por ello una figura de dicción muy utilizada por Jiménez: la metonimia. Asimismo, la autora escoge sustantivos (espejismo, desprecio, desaire, desatino, dolor), para resumir en una palabra que frecuentemente contradice la estrofa anterior y, a su vez, acentúa el ritmo del verso.

Como observación final, debo decir que las constantes personificaciones y conceptos alegóricos, e incluso me atrevería a catalogar de simbólicos, llevan la lírica de Ávila hacia una reverberación de una estética perdida que se embellece con nuevos conceptos y estimulantes mezclas sensoriales que, lejos de ser vanos ecos del pasado, estoy seguro de que harán al lector partícipe de una buena lectura que recalará sus sentimientos con una fuerza, pasión y ternura que no olvidará con facilidad.

Este es un extracto del prólogo que escribió Àngel Brichs para mi poemario. Mis siempre agradecimientos para él por tomar la iniciativa de prologarme.


Ángel Brichs, escritor y crítico literario

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-ALICIA ROSELL, 2006-

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