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Edward Norton sacó a flote una nueva versión de El velo pintado, la novela de Somerset Maugham, involucrándose en su producción y atrayendo al proyecto a Naomi Watts. Interpretan a un matrimonio británico en una remota región de China infectada de cólera en los años veinte del siglo pasado, que descubre el amor en una tormentosa relación guiada por la infidelidad, disparidad de miras, venganza y odio. Norton se estrena en el cine romántico de época en esta primera gran coproducción de EE UU y China que dirige John Curran.
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"No quieres a Edward Norton de protagonista en tu película. Reescribe todos los guiones con los que se compromete". Una interesada observación del guionista Joe Eszterhas, de los más cotizados en el Hollywood de los noventa por Instinto básico y Sliver, entre otros trabajos, que realmente se ajusta al carácter versátil del actor bostoniano. De 37 años, licenciado en Historia por la Universidad de Yale, Norton rara vez acredita su contribución al texto de los filmes en los que actúa, dirige o produce.
El velo pintado, que se estrena hoy en España, tampoco es la excepción. Norton entró en el proyecto hace siete años -como productor y protagonista en la figura del bacteriólogo Walter Fane- y la revisión del guión no se hizo esperar. "Es una novela brillante, con una claustrofóbica historia. Consideré necesario ampliar el horizonte, a nivel emocional y escenográfico", explica en Londres. Profundizó también en el contexto político, planteando la retorcida relación del médico y su mujer Kitty en un ambiente de hostilidad del pueblo y autoridades chinas hacia los foráneos. "Abrimos un segundo nivel, conectado con la intromisión de Occidente en países extranjeros", admite.
Norton prefiere que la audiencia extraiga su propia conclusión del clima político de la adaptación pero sí presume de ser la primera película extensamente rodada en el "extraordinario" paisaje del sur de China. "Conecto mal con los filmes románticos modernos. Demasiado manufacturados para mi gusto. Pero, como actor, me atrae el romanticismo exótico de Memorias de África o El paciente inglés. Vi en El velo pintado el potencial de hacer una película con una dimensión clásica", señala.
"Eliminando un par de convenciones sociales de la época -entre ellas, el escándalo que suponía el divorcio-, queda la dinámica universal y eterna de esta historia: la complicada relación entre un hombre y una mujer, sus dificultades para entenderse, la habilidad de sostener emociones contradictorias de amor y odio, la capacidad de perdonar pese al daño causado. Ambos personajes maduran y, alejados de su contexto social, sus problemas adquieren otra perspectiva".
Dos veces candidato al Oscar -con Las dos caras de la verdad y American History X-, Norton hizo en 2006 otra película de época, El ilusionista, estrenada hace unos meses en España. En El velo pintado embarcó a Watts en la doble tarea de protagonista y coproductora: "Me encanta su interpretación, aprendes muchísimo de Kitty", dice. John Curran celebra las artes de persuasión de la actriz australiana. "Naomi quería ser morena en el filme. Yo la prefería rubia. Hicimos dos pelucas, una rubia y otra morena. Alcanzamos un compromiso, el compromiso correcto. Ya no puedo imaginarme una Kitty rubia", sonríe el realizador de El velo pintado.
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"Había oído hablar del realismo mágico, y eso sólo ya me atrajo. ‘Gabriel García Márquez escribe realismo mágico’, leía en las críticas. Ese fue motivo suficiente para que comprara ‘Relato de un Náufrago’ en Círculo de Lectores, un libro en pequeño formato. Mi primera lectura mágica. Luego me leí ‘Crónica de una muerte anunciada’ para nunca más dejar de leer cada obra suya que caía en mis manos.
‘Yo quisiera escribir como él’, pensaba con la inocencia de la escritora que tiene más ansias que talento. Qué pretenciosa era remontando la imaginación en alas de mi juventud...
Sentía deseos de beberme cada novela que publicaba, y lo hacía con idolatría. Fue hasta hace poco que no supe que mientras escribía obras cortas, en su cabeza bullía “Cien años de Soledad” y no encontraba el tono adecuado para empezar a narrarla. Sentí entonces la humanidad de su talento soplándome al oído.
'Hoy me identifico más con esa experiencia porque atravieso un ‘lapsus’ con una de mis novelas. Y pienso: "ojalá me ocurra como a Gabo, pero que no tarde cien años". Ya llevo más de diez... y mi presuntuosidad me desploma por los suelos. Jamás seré como Gabo, ni lo pretendo, Gabo sólo hay uno, por eso lo llamo Gabo, porque forma parte de mi vida de escritora y lectora. Como enamorada de su literatura me cuesta llamarlo Gabriel García Márquez. (Espero, Sr. Márquez que a sus ochenta años no se ruborice por mi febril impostura de admiradora)'.
No tardó cien años, pero sí más de diez en encontrar la ‘voz’. A Dios gracias, nos la sirvió hace cuarenta años y se consagró con ella. Aunque para mí ya lo había hecho con ‘Relato de un náufrago’: esa sencillez aparente de sus frases, ese lenguaje depurado y esas historias curiosas fueron calando y dejándome su impronta: ‘La hojarasca’, ‘El coronel no tiene quien le escriba’, 'La mala hora', y no sigo, que ya los conocen.
Recibí una de sus obras al cumplir los dieciocho años. Aún guardo ese libro gordo de colección barata. Lo acaricié, desde la portada, página a página, como a un niño, y me mecí en sus letras como la enamorada se mece en los brazos del amado. Yo, amaba sus letras. Vivía por ellas. Sus historias las hacía mía, yo vivía en ellas.
Mientras admitía que debía comprar ese libro largo tan nombrado y galardonado que se empezaba a comparar con ‘El Quijote’, servidora se resistía a leerlo. Cuando me llegó ‘Cien años de soledad’, me dije: ‘¡Qué miedo más tonto!’ Fue pasar la primera página y envolverme en un universo lleno de personajes.
Al leer veinte páginas me di cuenta que debía coger papel y lápiz. Los nombres y parentescos se desdibujaban de mi memoria según aparecían. Daba igual que leyera despacio: '¡Dios, Gabo, cómo luché para meterme en las vicisitudes de los ‘Buendía’! Lo hice gracias a tu soberbia forma de contar. Ya me hallaba viviendo en Macondo, como una más de sus habitantes. La magia de tu realismo no la capté hasta la primera levitación de uno de tus personajes. Pero acabé oliendo y tomando ese café negro que tu personaje principal nunca endulzaba. Me sentía como si viviera junto a ellos. ¡Qué osadía la mía!
Hoy sé más que ayer de tu obra porque la han estudiado y analizado de mil formas dispares. Tu ‘Cien años de Soledad’ se tradujo a más de treinta idiomas y eso suponen incontables ediciones y portadas diferentes.
'Desde este homenaje o carta particular le digo al Gabo de ‘Cien años de Soledad’ y ‘Ochenta de vida’ que si hubiera forma de pactar con los 'Dioses del Parnaso', yo lo haría para que nunca fenezcan sus letras aunque su espíritu se llegue a disgregar del cuerpo, como es Ley Universal. Aunque me da la impresión que por allá andan sobradamente coronados y ‘laureados’ como para no haberse dado cuenta. Apuesto a que tienen todos tus libros bien catalogados junto a las grandes 'Obras de la Literatura'. Desde el entusiasmo y la admiración por tus novelas, relatos y demás textos, te escribo estas palabras que quizá nunca leas'.
Ganaste el Premio Nobel. Siempre recordaré que adoptaste una postura casi militar sobre la alfombra, frente al Rey Gustavo de Suecia: parecías el coronel de tu novela, vestías la indumentaria de tu Colombia natal y te erguías con la gallardía del escritor que nació para ‘vivir y para contar’. Comprendí que era tu forma de brindarle pleitesía al Rey de los Suecos.
Ese día fuimos felices contigo trescientos millones de hispanohablantes, pero seguimos siéndolo cada rato que te leemos, que nos imbuimos de tu magia y nos metemos en el periodismo literario de tus obras.
'Le deseo feliz cumpleaños y larga vida, Gabo. Desde este homenaje, -a guisa de carta-, le deseo a usted, al Gabo de ‘Cien años de Soledad’ y ‘Ochenta años de vida’, que siga brindándonos más años de experiencia vital y creaciones mágicas y reales.
Desde el entusiasmo y la admiración por sus novelas, dejo estas palabras que quizá nunca lea, o quizá sí… A usted, que nos ha brindado sus obras, le dedico esta 'Retahíla mía', en su día, en su Año'.
¡Feliz cumpleaños ciento cuarenta, Gabo! Que los viva con la misma pasión con que los ha escrito".
©Purificación Ávila, con toda mi admiración.
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Macondo seguirá siendo un lugar imaginario. Aracataca, el pueblo de calles polvorientas donde nació y creció el Nobel de literatura Gabriel García Márquez, rechazó ayer adoptar el nombre del escenario de Cien años de soledad , en una consulta organizada por el alcalde, Pedro Sánchez, un hombre de 39 años empeñado en rendir homenaje a su vecino más popular y, de paso, reactivar la economía de la zona mediante el turismo. Ver cobertura completa
'Los vecinos de Aracataca rechazan rebautizar su pueblo como Aracataca-Macondo'
"Solo votaron 3.600 personas de las 22.000 convocadas a las urnas y no alcanzamos el mínimo de 7.400 votos para que el ejercicio fuera legítimo", ha explicado, algo decepcionado, el alcalde Sánchez. "Pero yo siempre he sido demócrata y respeto el resultado", ha añadido. Macondo es el pueblo donde la familia Buendía vive su siglo de drama en Cien años de soledad, una de las novelas más famosas del Nobel colombiano.
Aracataca claramente inspiró el lugar de la ficción. Es una calurosa población del departamento del Magdalena cuyos habitantes, los "cataqueros", soportan temperaturas de entre 38 y 42 grados mientras se dedican al cultivo de banano y de la palma africana. Allí nació en 1928 el colombiano García Márquez, premio Nobel de Literatura de 1982.
En su libro más aclamado, Cien años de soledad, el lugar es escenario de fenómenos inexplicables como repentinas y prolongadas lluvias, una epidemia de insomnio, el nacimiento de personas con cola de cerdo y el vuelo de Remedios La Bella, que se elevó al cielo rodeada de mariposas para nunca volver. El lugar también aparece en tres de las novelas de García Márquez y en decenas de sus cuentos.
De ahí que el director de la casa-museo de García Márquez en Aracataca, Rafael Jiménez, se haya mostrado como un firme partidario del cambio de nombre. Consideraba que podría multiplicar los 3.000 peregrinos que el año pasado llegaron por su cuenta a visitar la casa donde nació y vivió hasta cumplidos 10 años el Nobel de Literatura, la estación del ferrocarril o la de telégrafos, en donde
ejerció su oficio el padre del literato. Una curiosidad: Macondo es en realidad un pequeño arbusto que, al contrario de lo que pudiera parecer, escasea en la zona. También, un arroyo que desciende por las laderas de la vecina Sierra Nevada de Santa Marta.
La Real Academia Española de la Lengua lanzará el año próximo una edición especial de Cien años de soledad, coincidiendo con el 40 aniversario de la primera publicación de la novela más reconocida del escritor colombiano Gabriel García Márquez. Con un millón de ejemplares iniciales previstos, esta edición homenaje al premio Nobel de Literatura de 1982 verá la luz durante el IV Congreso Internacional de la Lengua Española. Ver cobertura completa
La Real Academia Española de la Lengua lanzará el año próximo una edición especial de Cien años de soledad, coincidiendo con el 40 aniversario de la primera publicación de la novela más reconocida del escritor colombiano Gabriel García Márquez. Con un millón de ejemplares iniciales previstos, esta edición homenaje al premio Nobel de Literatura de 1982 verá la luz durante el IV Congreso Internacional de la Lengua Española, que se celebrará en marzo de 2007 en Cartagena, según confirmó Jorge Urrutia, director académico del Instituto Cervantes y Secretario Permanente de los Congresos Internacionales de la Lengua Española, a Radio Caracol de Bogotá.
La reedición de Cien años de soledad tiene un antecedente inmediato en la de El Quijote, lanzada en 2005 con motivo de los 400 años de la primera publicación de la novela de Cervantes. “El mejor homenaje para un escritor es el de editar su obra”, dijo Urrutia desde Madrid a la red de emisoras colombianas.
La edición especial de la obra de García Márquez incluirá tres estudios introductorios, cinco complementarios, un glosario y estará prologada por el mexicano Carlos Fuentes, gran amigo del autor colombiano. Precisamente ambos laureados autores serán oradores, junto al Rey de España, en la jornada de apertura del Congreso.
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