“Los diamantes son los mejores amigos de una chica", canturreaba aquella maravillosa y tierna mezcla de ingenuidad y pragmatismo que era la Marylin Monroe de 'Los caballeros las prefieren rubias'.
El diamante –nombre que deriva del término griego adamas que significa invencible– son capaces de resistir al fuego y al acero y sin duda, en tiempos de tan permanente trastorno como los que vivimos, sigue erigiéndose como uno de los mejores compañeros posibles “para toda la vida”. Bajo el título “Enjoyado por Tiffany, 1837-1987”, hasta fines de noviembre, en la Somerset House del Strand londinense puede verse una brillante –y nunca mejor dicho– exposición de las joyas de este sello. Es un recorrido por un siglo y medio de actividad, a partir del momento en que Charles Lewis Tiffany y John Young fundaron su empresa en Nueva York. Una oportunidad única y una verdadera fiesta para quienes disfruten admirando al natural estos pequeños y costosos objetos, más o menos bellos, según gustos y épocas, pero todos con el denominador común de hallarse solamente al alcance de los materialmente más pudientes. Una buena ocasión para que los proclives a ello puedan soñar en tocar el cielo con la punta de los dedos, ante estas piezas, símbolo de riqueza, distinción y muchas cosas más. José María Solé presenta en este número de la Revista Arte de agosto, los pormenores de la muestra, sus piezas más importantes, y repasa la mágica historia de la emblemática joyería. REVISTA ARTE (A LA VENTA EL Nº DE AGOSTO)
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