La pérdida del sentido de propiedad parece ser, paradójicamente, el resultado de la propagación de las industrias culturales. Desde Dan Brown hasta Jorge Bucay, desde los Beatles hasta Felipe Pigna, todo el mundo es acusado de plagio. Parecería que ignotos autores son los verdaderos creadores de productos exitosos cuya paternidad les fue robada. Una compañía llegó al extremo de iniciar un juicio no ya por una obra determinada, sino por un estilo. Pero al mismo tiempo la literatura reivindica la cita ajena y algunos movimientos paraculturales sostienen que el copyrigth debe pasar a mejor vida.