TIJUANA, DE SÁNDOR MÁRAI
TIJUANA
El escritor húngaro Sándor Márai se suicidó en el exilio en 1989, pocos meses antes de que las fronteras de Hungría se abrieran. Tras la caída de la Cortina de Hierro, su obra, vetada en su país esde 1948, se equiparó con la de los grandes escritores en lengua alemana. Uno de sus pocos pasatiempos, desde el precario refugio de San Diego, California, donde pasó los últimos viente años, fue viajar a México. Herido de muerte por la historia del siglo XX, Márai hace en este documento, que por primera vez se publica en español, un recuento de la afinidad que sinitó por esa cicatriz abierta que es la frontera.
Por Sándor Márai
A un lado de la caseta de la frontera está la aduana de portal abovedado y un letrero tímido, inofensivo, que informa con letras mayúsculas: MÉXICO. Esta puerta es el acceso a una tierra extranjera. Los vigilantes de la frontera de México son invisibles, la inscripción y la puerta, provincianas: una pequeña puerta a un inmenso imperio.
En la calle que lleva a la cercana ciudad fronteriza de Tijuana caminan los mexicanos con sus enormes sombreros. Por todas partes se ven grupos de peatones. Esta imagen es desconocida en el espacio norteamericano, el peatón es allí, incluso, sospechoso. Por las calles de Tijuana, en medio del desorden ruidoso, polvoriento, trepidante, en el calor pegajoso que huele a alcantarilla, siento que estar aquí es un instante especial de mi vida: se ha cumplido algo en lo que había pensado con frecuencia. No puedo decir por qué, pero siempre había querido venir alguna vez a México —como si aquí hubiera algo muy personal para mí. En la vida de cada hombre hay anhelos, invocaciones y estímulos así de nebulosos.
Todo lo diferente que me rodea es para asirse y olerse. Unos pasos más adelante, más allá de la puerta de entrada, que trae hasta acá desde Estados Unidos, está el exterior de las casas, están los alimentos y la expresión facial del los hombres “americanos”. Aquí, unos pasos más adelante, todo es por completo diferente —no es “americano”, sino mexicano. En esta ciudad fronteriza se mezcla permanentemente la vida de los dos países: a diario decenas de miles de mexicanos atraviesan la frontera para trabajar en las granjas y fábricas de Estados Unidos. En un lugar que desde 1821, cuando México se sacudió el dominio español, hasta 1843, cuando la bandera de las estrellas fue izada por primera vez en Monterrey, California, en ese entonces un espacio casi vacío, fue territorio mexicano.
En los últimos cien años esta tierra tan antigua, México, siguió con su vida, que tuvo su origen en los aztecas y los toltecas, y tomó su color de los españoles. Pues bien, al mismo tiempo el país vecino construyó una civilización. ¿Qué pasó en esos cien años donde yo estoy ahora, en México? Hay electricidad, trolebuses, muchos automóviles —y, sin embargo, todo es tan “diferente” como si en el país vecino, más allá del umbral, no hubieran pasado cien años, como si unos cuantos pasos más allá no se hubiera construido una de las sociedades industriales más desarrolladas de la humanidad. Este ser diferente es misterioso e inquietante. Aquí algo se detuvo. Una especie de poder lleno de secretos —¿quizá una forma de defensa?— mantuvo a los mexicanos a distancia de ese desarrollo que ocurría tan cerca de ellos.
La imagen de la calle es por completo del sur de Italia, recuerda a Pozzuoli, la sucia y pequeña ciudad cercana a Nápoles, y también a la ciudad de Calabria, pero es todavía más descuidada, ruidosa y abigarrada. En cada casa de la calle principal hay oficinas de abogados, localidades desde las que hombres de mirada sombría y cabello grasiento le venden la ley al pobre pueblo que no sabe escribir. La mitad de los habitantes son analfabetos, de acuerdo con datos oficiales. Treinta millones de hombres hablan español, algunos cientos de miles chapurrean aún dialectos indígenas.
Los hombres llevan sombreros de ala ancha. Su cabello lanudo, negro, grasiento, brota por debajo del sombrero. Numerosos son los rostros de ojos rasgados, rostros indígenas, mongólicos, huesudos. Las mujeres son mustias, macilentas, consumidas por los partos como las mujeres del sur de Italia. Las más viejas llevan un paño negro con el que se cubren la cabeza. Los niños corren descalzos por todos lados y hormiguean alrededor como niguas. El sol calienta fuerte, en el aire están suspendidos el polvo y la pestilencia. La mayoría de las casas son recién construidas, con mezquindad, en el estilo moderno, barato, que se deteriora rápido. Las tiendas están llenas de confecciones estadounidenses, pero también hay interesantes escaparates con vasijas mexicanas de cerámica cocida, con objetos de plata y colorida paja trenzada. Los hombres miran soñadores y agotados hacia delante —las mujeres, por el contrario, atentas, agresivas, preparadas para cualquier posibilidad[...]
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Etiquetas: Reseñas de libros
Como siempre, muy interesante tu trabajo de divulgación.
Sándor Márai es un escritor que me gusta mucho.
Gracias.
(Y, aunque no te guste que te lo diga, en la foto está muuuuuy guapa)
Posted by Anónimo | martes, 17 octubre, 2006
Sándor Márai es un excelente escritor que me abrió el camino de la excepcional y trabajada literatura húngara... Al respecto, he recordado un artículo interesante, te adjunto el link. Saludos.
http://revista.libertaddigital.com/articulo.php/308
Posted by Ivan Humanes | martes, 17 octubre, 2006
Puedo hacer un comentario?
Posted by Anónimo | martes, 17 octubre, 2006
Estoy leyendo en estos días Tierra, tierra!, y al igual que los anteriores que leí me está resultando enriquecedora.
Por sugerencia de un conocido leí "El último encuentro" hace ya algunos años, y después "La herencia de Eszter", la primera sigue siendo una de las novelas más importantes que he leido en mi vida, son tan humanos los personajes que nunca los olividaré.
Posted by Lopera_in_the_nest | miércoles, 18 octubre, 2006
PEDRO, GRACIAS: Nos hemos vuelto a cruzar dejándonos comentarios.
Lee lo que te he puesto en tu post de hoy, anda, y ya me dirás.
Pedrito, que estoy guapa, sí,pues soy así, como en la foto. Para gustos se pintan colores, dicen.¡Caray, yo no me veo tan guapa! Bueno,ejem,pues muchas gracias por la parte que me toca.
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HOLA, IVÁN, me da mucho gusto tu visita. Espero que pronto salga tu libro y que tengas mucha suerte.
Parece que Márai es muy apreciado, ciertamente, todas las personas que lo han leído coinciden en ello.
Gracias por el link, lo visitaré sin falta. Siempre agradezco tus aportaciones. Un saludo, estimado, gracias.
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¡SKY, PUEDES! Nunca me niego a que se hagan comentarios en mi blog. ¿Por qué me lo preguntas? No tengo puesta la moderación...no entiendo.
Puedo parecer seria, pero te aseguro que no me como a nadie. ¡Adelante,pues y haz tu comentario!
Un saludo.
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Gracias por tu aportación lectora, LOPERA. Un saludo de bienvenida.
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Alicia Rosell.
miércoles, 18 octubre, 2006
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Posted by Alicia Rosell | sábado, 28 octubre, 2006