El escritor, en una imagen de 2003. (Foto: Santi Cogolludo)
CARLOS FUENTES: "EL CASTELLANO ES LA LENGUA DE TODA LA AMÉRICA ESPAÑOLA"
UNA ENTREVISTA DE CARMEN DE CARLOS.
BUENOS AIRES
No quiere «hacerle el caldo gordo», así que Carlos Fuentes va a intentar —sin éxito— no hablar más de Hugo Chávez hasta que pase el referéndum del 2 diciembre en Venezuela. «Me he dado cuenta —reflexiona— de que él se está favoreciendo con cada crítica. Se presenta ante el pueblo venezolano y dice: miren cómo me atacan, soy Bolívar, el rey de la independencia y por eso no me quieren. Está haciendo un juego hábil y no hay que ayudarle».
FOTO ALBERTO HALIASZ
El escritor mexicano se encuentra de paso en Buenos Aires para presentar dos títulos: «Cuentos naturales» y «Cuentos sobrenaturales» (Editorial Alfaguara). En esta ciudad cumplió el domingo pasado 79 años, pero celebró más la intervención del Rey en Santiago de Chile que su onomástica. Aunque no quiere repetir sus declaraciones a «La Nación», donde calificó a Chávez de «Mussolini venezolano», no se retracta de una palabra.
—¿Ha visto el vídeo de la Cumbre Iberoamericana? ¿Cree que el Rey acertó al frenar a Chávez?
—Sí, lo he visto. Alguien tenía que decir eso pero nadie se atrevió, sólo el Rey. Creo que todos piensan lo mismo pero él lo dijo. ¡Qué bueno! A mí me gusta que lo haya dicho.
—¿Por qué un incidente entre dos jefes de Estado se interpreta en algunos países de Iberoamérica como un gesto propio de monarca colonial?
—Son complejos históricos que los aprovecha el innombrable: Chávez.
—¿Usted cree que en Iberoamérica se entiende hoy en día lo que es una monarquía parlamentaria?
—Creo que debería entenderse porque entendemos la monarquía parlamentaria holandesa, la danesa, la sueca y la británica. ¿Por qué no vamos a entender la española? Es parte de un esquema político que le conviene a cada uno de esos países. Yo lo entiendo perfectamente. Levantar una bandera de republicanismo contra una monarquía que es más democrática que muchas democracias es un poco ridículo.
—Pero algunos lo intentan. ¿Cuál es su opinión de Don Juan Carlos?
—El Rey de España es un hombre extraordinario, es el que condujo, con gran habilidad, a España del franquismo a la democracia. Eso basta para decirlo todo. Tiene mi respeto y mi simpatía absoluta... Es un garante de la democracia española y de parte de la comunidad iberoamericana que formamos con España y Portugal. El Rey se enfrentó al golpe militar de Tejero, ha respetado la alternancia política. No se puede poner en duda que es un demócrata.
—¿Qué imagen considera que tiene España en Iberoamérica?
—Para mí, excelente. Durante las guerras de las independencias hubo mucho sentimiento antiespañol, pero está totalmente superado. En el caso de México fue determinante la migración republicana española en los años 30. Nos enriqueció enormemente, transformó la vida universitaria de México y, desde entonces, sentimos que tenemos una gran deuda con España.
—Sin embargo, periódicamente, parece aflorar un sentimiento de rencor histórico en Iberoamérica hacia España. ¿A qué lo atribuye?
—Lo atribuyo a que no hemos asimilado nuestra propia historia. A veces se pegan de gritos contra España, pero lo hacen en castellano ¿verdad? No en guaraní ni en azteca porque nadie nos entendería. En el congreso de la lengua que se celebró en Rosario (Argentina) me encontré a unos piqueteros gritando: ¡Colón al paredón! Les dije sí, pero lo tienen que gritar en castellano sino nadie los entiende. El castellano es la lengua de toda la América española.
—En algunos casos eso se acepta con resignación...
—Si renegamos de esa lengua, de nuestra herencia —del hecho de que somos en un altísimo porcentaje mestizos, no somos ni indios, ni españoles, ni africanos, somos una mezcla de todo—, estamos relegándonos a nosotros mismos. Así, terminaremos en eso que Fernando Henrique Cardoso llama una utopía regresiva. Es decir, ¿antes de que vinieran los españoles había una utopía en América? No, había unos imperios salvajes, muy duros, sanguinarios, brutales y opresores...
—Pero el hecho de la conquista...
—Con España hubo una conquista muy violenta, luego hubo leyes de indias y se dio paso a una construcción, se creó una cultura con altos y bajos. Nosotros somos hijos de esos siglos y de lo que pasó antes. Si negamos nuestro propio linaje acabamos como bastardos, no tenemos ni papá ni mamá. ¿Nacimos ayer o nacimos al lado de Hugo Chávez? ¡Perdón, me niego a nombrarle... Caí en su trampa! (se ríe). En definitiva, creo que son falsos debates, inventados con propósitos políticos, con propósitos electoralistas, pero no tiene que ver nada con la realidad profunda de una relación económica, cultural, que va muy hondo y que nos hace copartícipes de una gran constelación de países de lengua española y portuguesa. Si no sabemos afirmar eso, si no lo sabemos aprovechar, estaremos siempre balcanizados, convertidos en países confeti.
—¿Cómo explica que los gobiernos de países como Bolivia, Ecuador o Nicaragua, consideren que quien está en deuda con Iberoamérica es España?
—Andar echándole la responsabilidad a los demás es un acto de minoría de edad y eso pasa mucho en América Latina. Nos comportamos como niños en ese aspecto: ¡Ay, no, no, ahí está el malo. Por él soy pobre, por él soy ignorante... No es cierto, la culpa es nuestra. Nosotros tenemos la culpa de los malos gobiernos que hemos tenido, de la incapacidad para crear instituciones y tenemos que resolver esos problemas por nuestra cuenta, en asociación con otros países, por nosotros mismos, como usted guste. Lo que no vale es echarle la culpa a los demás de los defectos propios.
—Pero hay una tendencia a buscar el origen de esos problemas hace 500 años.
—Tenemos que enfrentarnos a nuestros propios problemas, —que creamos nosotros, porque nadie nos creó los problemas que tenemos— para poder resolverlos. Debemos asumir nuestra responsabilidad. Hay que decir: este problema es mi problema y hay que ver cómo lo resuelvo: Solo, en asociación con España, con los Estados Unidos, con la Comunidad Europea, con China, con Japón... No sé, pero vamos a tratar de asumir la responsabilidad propia.
—¿Qué responsabilidad tiene España para que aflore ese rencor? ¿Ha hecho mal las cosas?
—No, España ha tenido altos y bajos. Tuvimos una desgracia compartida en el siglo XIX, una mala historia en América Latina, una mala historia en España, un reconocimiento de nuestra fraternidad en el desastre del 98. Luego seguimos con aplausos y con apoyo, toda la evolución democrática de España después de la muerte de Franco. Esto supone una enorme ganancia para todo el continente y para España. No creo que haya una regla de deudas, de haberes y deberes. Estamos en el mismo barco, si no entendemos eso vamos muy mal. Además, España ofrece otra cosa muy importante: es nuestra puerta de entrada a la Comunidad Europea, es la puerta natural. No hay otra, ¿cuál podría ser, Noruega o Gran Bretaña? No, va a ser Iberia, va a ser España y Portugal. Si desaprovechamos el momento histórico y las oportunidades del momento, nos va a ir mal, como siempre nos va con nuestras malas decisiones ideológicas, con actos de fe pura que no tienen nada que ver con lo que importa, que es el bienestar de las mayorías en América Latina.
—¿Están bien planteadas estas cumbres iberoamericanas?
—Ya se ha demostrado que tienen que replantearse. Tenemos todo el aparato de la democracia, parlamentos, prensa libre, legislaturas independientes, Ejecutivos acotados, todo lo que usted quiera, pero la mitad de la población de América Latina sigue viviendo en grados diversos de miseria. Mientras eso no se resuelva, seguirán esos problemas, surgirán los Morales, los Ortega..., la gente que está reclamando algo más. Que lo reclame bien o mal no me importa tanto como el hecho de que hay la necesidad de avanzar mucho más rápido. Hay que darle la cara a esos problemas y ver cómo se resuelven por la vía pacífica, por la vía democrática o si no, ¡bup!, nos van a explotar en la cara.
—¿Qué papel pueden desempeñar en ese proceso intelectuales y escritores como usted?
—Ha habido un enorme cambio en la posición del intelectual en América Latina, el momento aquel, hace 50 ó 60 años en el que Pablo Neruda decía: todos llevamos el cuerpo de nuestros pueblos porque si nosotros no hablamos, no hay quién hable, hoy ya no existe. Hay prensa, Congresos, sindicatos, asociaciones, corporaciones de todo tipo que asumen la voz de aquellos a los que representan... El papel del escritor ya no es tan esencial como hace medio siglo. Eso no quiere decir que no pueda optar por asumir una voz política o tener una voz política si así lo desea él o ella. Yo no le impongo eso a nadie porque creo que bastante función positiva cumple el escritor escribiendo porque sin lenguaje y sin imaginación una sociedad se desbarata.
—Vargas Llosa habla de las dictaduras modernas que están enmascaradas en una falsa democracia. ¿Lo comparte?
—No, es muy difícil aplicar esquemas del siglo pasado a lo que está ocurriendo hoy. Creo que estamos en un cambio de civilización, tan importante como fue el cambio de la Edad Media al Renacimiento. La Edad Media no sabía qué era la Edad Media, nosotros tampoco sabemos dónde estamos parados. Creemos que simplemente hay una disyuntiva entre liberalismo o neoliberalismo y populismo. Creo que hay algo más, que vamos a trascender eso para ir a una nueva era de la civilización que aún no sabemos nombrar, pero que va a superar estas opciones. No se va a acabar en una cosa tan simple, porque la historia no es tan simple y la cultura mucho menos.
—Pero los ritmos no serán iguales en el mundo. Irán acaba de prohibir «Memoria de mis putas tristes» de García Márquez...
—¿Qué le parece? Voy a felicitar a Gabo. No hay nada mejor para un escritor que un censor, aumenta las ventas, las multiplica por cien.
—La pregunta apuntaba a que persisten civilizaciones enfrentadas que no se suman al proceso de globalización, que no van en el mismo tren.
—Hay una teoría de Huntington sobre el choque de civilizaciones que es catastrofista, hay otra sobre la alianza de civilizaciones que me parece optimista, casi de color de rosa, y una tercera que es el diálogo de civilizaciones. Este lo podemos crear, lo podemos establecer. Hay un gran resentimiento en el Islam contra Occidente, fue el que perdió la gran batalla después de la Edad Media y creo que tenemos que tender puentes hacia el islam, no enajenarlo, no satanizarlo, no llevarlo a las barriadas del crimen sino entender que allá hay problemas de enfermedad, de ignorancia, de urbanización, de industrialización... Toda clase problemas. Debemos tender un puente de cooperación con el islam en vez de simplemente satanizarlo como hace este idiota de George Bush.
—Quizás en el trasfondo del problema esté el miedo de la gente a lo desconocido...
—Pero nosotros somos los desconocidos para ellos, hay que darnos a conocer también. Una manera es la literatura, García Márquez da a conocer América Latina, en Irán lo satanizan por el título del libro... Es inadmisible.
—Las nuevas tecnologías producen una forma diferente de abordar la literatura. Surgen formatos nuevos como los blogs... ¿Qué visión tiene de este escenario?
—Creo que, finalmente, los lectores van a ser una elite, un grupo reducido pero muy importante, van a ser una secta monacal. Lo que me llama la atención es que al mismo tiempo que se reducen los lectores aumentan los escritores. Hay como cien escritores interesantes en América Latina. En cada país hay diez ó doce. Hay una explosión de la escritura. No sé si acabaremos por leernos los unos a los otros, como decían lo bogotanos: me lees y te leo, pero espero que no sea así, espero que la literatura siempre sea el resguardo fundamental de la imaginación y de la palabra sin la cual lo demás no funciona. Es el único arte que usa lo que todos usamos diariamente para convertirlo en arte. Aquí estamos hablando y te puedo decir: buenos días, sírveme el desayuno, ¿qué tiempo está haciendo? y, al mismo tiempo, con esas palabras voy a escribir, si soy Cervantes «El Quijote» y si soy Shakespeare «Hamlet». Ese es un desafío enorme que no tiene el músico, que no tiene el pintor y que tiene el escritor: convertir constantemente el cobre de la palabra en el oro de la palabra. Es muy importante y si eso no existe, como decimos en México, nos lleva a la chingada.
—¿Tienen futuro estas cumbres?
—Sí, si aceptamos reglas del juego distintas, en las que prime el respeto. Se puede tener posiciones muy opuestas, de hecho las hay entre los jefes de Estado, pero debe haber unas reglas de respeto. Si usted invita a un bárbaro a su mesa, que va a agarrar el espagueti y se lo va a tirar a la cara, pues no lo vuelve a invitar ¿No? Tenemos que comportarnos civilizadamente entre nosotros y mantener posiciones divergentes, todas respetables. Ese no es el problema, el problema es la conducta «lépera», que es un término muy fuerte en México que significa ser zafio, patán, grosero. Pues si sientas a la mesa un patán qué se espera que haga.
—¿Qué opinión tiene de Rodríguez Zapatero y de Aznar?
—Siempre he militado en el centro izquierda, de manera que mi simpatía natural va hacia el presidente Zapatero, pero entiendo la posición del ex presidente Aznar. No se le puede calificar de fascista, es un hombre de extrema derecha que no es lo mismo que ser un fascista. Ha aceptado la alternancia en el poder y espero que Zapatero también la acepte en su momento. Nos encontramos en un régimen democrático que a ciertos gorilas se les escapa, pero es así.
«Nosotros somos hijos de esos siglos y de lo que pasó antes. Si negamos nuestro propio linaje acabamos como bastardos, no tenemos ni papá ni mamá»
Fuente de este artículo: ABC.es
NOTA: AMIGOS Y LECTORES, TENÍA QUE EXPONER LAS IDEAS DEL GRAN ESCRITOR MEXICANO, CARLOS FUENTES. DE OTRO MODO, DEJARÍA DE SER ALICIA ROSELL. ESTA ESTUPENDA ENTREVISTA ME HA DADO LA OPORTUNIDAD DE APORTAR MI GRANITO DE ARENA.
¡¡ESPERO SUS COMENTARIOS!!
Alicia Rosell.
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