DIA MUNDIAL DE LA POESÍA
"...¡Bochornoso, no me lo perdono! Este año he olvidado que el día 21 de marzo era el día Mundial de la Poesía. Si me lo reprocho es porque la poesía, como para todo escritor que empieza, fue el primer eslabón para salvar las distancias entre mis ansias de escribir y reflejar los estadios de mi alma".
Empezaría recordando mis primeros poemas, pero no me gusta el uso de la apología hedonista. Muy pronto, me hallé escribiendo relatos que se convertían en improvisadas mini-novelas. Apenas una niña, mi ilusión por ver esos escritos me llevó a coser las hojas y encuadernarlas con cartones. Todavía los conservo, para que la memoria no borre mis primeros escarceos literarios. Mis primeros poemas, en cambio, se los llevó el olvido.
Anoche, repasando artículos de revistas culturales que colecciono desde hace años, me topé con un texto sobre mi admirado José Hierro. Era 2001 y el autor ya estaba atado a una botella de oxígeno. Poco después, moriría y ese hecho me hizo retroceder en el tiempo. Esos primeros años, -conocí la poesía a muy temprana edad- viajé de la mano invisible de José Hierro. Recuerdo el primer tomo enciclopédico, regalo de un médico amigo cuando reconoció en mí a un ratoncillo de biblioteca. Me volvía loca con aquel libro enorme, del tamaño de las enciclopedias antiguas, lo leía y releía con pasión. En sus páginas encontré extractos poéticos de libros que había escrito José Hierro. Y empecé a jugar con la retórica.
(Yo me estanqué, y he alternado versos y poemas con la prosa, pero, además, no me considero buena poeta).
José Hierro fue y es miembro de esa generación de poetas puros, donde cabían otros nombres no menos importantes por su aportación: Gabriel Celaya -el bien tildado poeta social-, Antonio Machado, que me marcó con sus "Soledades" y "Campos de Castilla", y tantos nombres más que sin querer no mencionaré.
Conocer la poesía de Hierro me llevaría luego a embriagarme con los poemas de Bécquer -"suspirillos germánicos los llamaban", y me adiviné en sus estrofas: romanticismo puro, retórica y tema ensamblados de tan magistral manera que lograba una poesía de excelsa calidad. El más grande para mí, Bécquer, llenó muchas de mis horas y me hizo soñar otras vidas y amores platónicos. Me serví de su retórica para convertir mi prosa en una inefable simbiosis lírica. A él le debo mi estilo, sin duda, como a José Hierro le debo mi enamoramiento por la poesía.
(Que hoy cultive la prosa no quiere decir que la poesía no siga siendo mi referente literario primero).
Dejando aparte mis recuerdos, cito a Mallarmé, como lo hacía José Hierro: "La poesía no se hace con ideas, sino con palabras. La prosa informa; la poesía informa y persuade".
Increíble frase que todo lo dice. Se habla del micro cuento, decir mucho en pocas palabras, pero nunca este género extraño que bordó Monterroso podrá suplir las lecturas de mis poetas preferidos. A los ya mencionados, añado Gerardo Diego, Juan Ramón Jiménez, que hizo que me entusiasmara con esa prosa lírica que yo intento emular, porque sólo de la imitación aprendemos... "Platero y yo" me brindó mi primer ejercicio de estilo.
Y Rubén Darío, a quien no sólo se le lee con sumo gusto sino que me puso contra las cuerdas e hizo que pensara: "Yo no puedo llegar a este nivel".
De igual forma que José Hierro aseguraba en esta entrevista que se le hacía, que él nunca había podido escribir prosa, a servidora le sucedió lo contrario. A pesar de que el poeta escribió tres novelas ninguna vió la luz. Sencillamente, no se sentía dotado.
(Como la que suscribe estas líneas no se siente dotada para el verso)
No quiero olvidarme de otros grandes: El Federico García Lorca de una España inmersa en la locura de la guerra civil, que a pesar de ello nos deleitó -póstumamente- con un "Poeta en Nueva York" maravilloso.
De José Hierro nos queda "Cuaderno de Nueva York", obra que el autor, con toda sinceridad y afilando su autocrítica, consideró un éxito lleno de misterio. Incomprensible para él, primero por ganar tantos premios por esta obra, que a diferencia de la de Lorca no habla de Nueva York, y segundo porque no se consideraba tan buen poeta como aquel. Sea como fuere, este libro se convirtió en el primer libro de poemas que llegó a categoría de best-seller. Cosa que no me deja de asombrar en estos tiempos en que la poesía es de lectura minoritaria y publicación casi nula.
Cuando se le propuso para entrar en la Real Academia de la Lengua, tuvieron casi que obligarlo a aceptar. Ahí está la verdadera esencia del Poeta: La Humildad. "Creo que no me lo merezco, es un honor, pero no soy digno. Si acepté es porque ya comenzaba a parecer una postura orgullosa, de falsa modestia, como para que todo el mundo dijera que sí que vales, hombre"...
Yo puedo sacar mis conclusiones sobre la poesía, quienes la escriben, leen o critican pueden y deben opinar otra cosa. Porque mi impresión literaria sobre este tema queda patente en estas líneas: Sólo los sentimientos fuertes, el amor, la muerte, la soledad, el desamor, pueden concedernos las palabras exactas para un verso. Otros sentimientos triviales no dejarán nunca el poso musical ni encerrarán tanto significado como los primeros. Es mi modesta opinión.
Heidegger decía que "la poesía es en sí misma alegría" y para Machado "era el canto a lo que se pierde". Existen tantas definiciones como formas de cultivarlas.
Me quedo con estos versos de Bécquer que todos, sin duda han leído, -y espero no equivocarme- y que dicen así:
Empezaría recordando mis primeros poemas, pero no me gusta el uso de la apología hedonista. Muy pronto, me hallé escribiendo relatos que se convertían en improvisadas mini-novelas. Apenas una niña, mi ilusión por ver esos escritos me llevó a coser las hojas y encuadernarlas con cartones. Todavía los conservo, para que la memoria no borre mis primeros escarceos literarios. Mis primeros poemas, en cambio, se los llevó el olvido.
Anoche, repasando artículos de revistas culturales que colecciono desde hace años, me topé con un texto sobre mi admirado José Hierro. Era 2001 y el autor ya estaba atado a una botella de oxígeno. Poco después, moriría y ese hecho me hizo retroceder en el tiempo. Esos primeros años, -conocí la poesía a muy temprana edad- viajé de la mano invisible de José Hierro. Recuerdo el primer tomo enciclopédico, regalo de un médico amigo cuando reconoció en mí a un ratoncillo de biblioteca. Me volvía loca con aquel libro enorme, del tamaño de las enciclopedias antiguas, lo leía y releía con pasión. En sus páginas encontré extractos poéticos de libros que había escrito José Hierro. Y empecé a jugar con la retórica.
(Yo me estanqué, y he alternado versos y poemas con la prosa, pero, además, no me considero buena poeta).
José Hierro fue y es miembro de esa generación de poetas puros, donde cabían otros nombres no menos importantes por su aportación: Gabriel Celaya -el bien tildado poeta social-, Antonio Machado, que me marcó con sus "Soledades" y "Campos de Castilla", y tantos nombres más que sin querer no mencionaré.
Conocer la poesía de Hierro me llevaría luego a embriagarme con los poemas de Bécquer -"suspirillos germánicos los llamaban", y me adiviné en sus estrofas: romanticismo puro, retórica y tema ensamblados de tan magistral manera que lograba una poesía de excelsa calidad. El más grande para mí, Bécquer, llenó muchas de mis horas y me hizo soñar otras vidas y amores platónicos. Me serví de su retórica para convertir mi prosa en una inefable simbiosis lírica. A él le debo mi estilo, sin duda, como a José Hierro le debo mi enamoramiento por la poesía.
(Que hoy cultive la prosa no quiere decir que la poesía no siga siendo mi referente literario primero).
Dejando aparte mis recuerdos, cito a Mallarmé, como lo hacía José Hierro: "La poesía no se hace con ideas, sino con palabras. La prosa informa; la poesía informa y persuade".
Increíble frase que todo lo dice. Se habla del micro cuento, decir mucho en pocas palabras, pero nunca este género extraño que bordó Monterroso podrá suplir las lecturas de mis poetas preferidos. A los ya mencionados, añado Gerardo Diego, Juan Ramón Jiménez, que hizo que me entusiasmara con esa prosa lírica que yo intento emular, porque sólo de la imitación aprendemos... "Platero y yo" me brindó mi primer ejercicio de estilo.
Y Rubén Darío, a quien no sólo se le lee con sumo gusto sino que me puso contra las cuerdas e hizo que pensara: "Yo no puedo llegar a este nivel".
De igual forma que José Hierro aseguraba en esta entrevista que se le hacía, que él nunca había podido escribir prosa, a servidora le sucedió lo contrario. A pesar de que el poeta escribió tres novelas ninguna vió la luz. Sencillamente, no se sentía dotado.
(Como la que suscribe estas líneas no se siente dotada para el verso)
No quiero olvidarme de otros grandes: El Federico García Lorca de una España inmersa en la locura de la guerra civil, que a pesar de ello nos deleitó -póstumamente- con un "Poeta en Nueva York" maravilloso.
De José Hierro nos queda "Cuaderno de Nueva York", obra que el autor, con toda sinceridad y afilando su autocrítica, consideró un éxito lleno de misterio. Incomprensible para él, primero por ganar tantos premios por esta obra, que a diferencia de la de Lorca no habla de Nueva York, y segundo porque no se consideraba tan buen poeta como aquel. Sea como fuere, este libro se convirtió en el primer libro de poemas que llegó a categoría de best-seller. Cosa que no me deja de asombrar en estos tiempos en que la poesía es de lectura minoritaria y publicación casi nula.
Cuando se le propuso para entrar en la Real Academia de la Lengua, tuvieron casi que obligarlo a aceptar. Ahí está la verdadera esencia del Poeta: La Humildad. "Creo que no me lo merezco, es un honor, pero no soy digno. Si acepté es porque ya comenzaba a parecer una postura orgullosa, de falsa modestia, como para que todo el mundo dijera que sí que vales, hombre"...
Yo puedo sacar mis conclusiones sobre la poesía, quienes la escriben, leen o critican pueden y deben opinar otra cosa. Porque mi impresión literaria sobre este tema queda patente en estas líneas: Sólo los sentimientos fuertes, el amor, la muerte, la soledad, el desamor, pueden concedernos las palabras exactas para un verso. Otros sentimientos triviales no dejarán nunca el poso musical ni encerrarán tanto significado como los primeros. Es mi modesta opinión.
Heidegger decía que "la poesía es en sí misma alegría" y para Machado "era el canto a lo que se pierde". Existen tantas definiciones como formas de cultivarlas.
Me quedo con estos versos de Bécquer que todos, sin duda han leído, -y espero no equivocarme- y que dicen así:
¿Qué es poesía? -Dices mientras clavas
En mi pupila tu pupila azul-.
¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres Tú.
En mi pupila tu pupila azul-.
¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres Tú.
Por Alicia Rosell
(Este artículo es un extracto de "Mis impresiones Literarias")
Publicado en http://www.lecturasdigitales.com.ar
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