-RELATO:"ENSOÑACIÓN"-
“Dedicado a todas las mujeres que niegan sufrir malos tratos físicos pero aguantan, -en cambio- el día a día de la indiferencia y la incomprensión de sus parejas. Mujeres que sin saberlo son víctimas del maltrato silencioso o psicológico. Con todo mi amor, para ellas y para todos los lectores de esta bitácora, si estáis leyéndola...”
-ENSOÑACIÓN-
[...] Como dos extraños, aquí sentados frente al televisor en las noches de tedio. Como dos desconocidos separados por una frontera invisible, por un muro de frialdad que nos dejó petrificados hace muchos años. Te miro y no me miras; dejo de mirarte y no te preguntas por qué declino hacerlo. Vivimos de silencios perpetuos, de horas vacías que llenar con los programas anodinos del televisor.
A veces, intento aproximarme pero tú me rehuyes, aludiendo siempre a mi pestilente halitosis.
-“A ver si vas al dentista, y deja de lanzar tus putrefactos hedores cerca de mi boca...” -Esa misma boca ahora huidiza que en otros tiempos se unió a la mía con insistencia amatoria. Apenas existió algún roce en los últimos meses. Los años nos han ido pasando factura.
Yo ya no soy la belleza que tú dijiste que era el día en que nos conocimos, quizá entonces también me olía el aliento, pero por entonces tú estabas enamorado y no te dabas cuenta. El amor es tan ciego, que bien podría ser sordo o no poseer del sentido del olfato. O quizá, te importaba menos con tal de hacerme tuya, con esa premura que dan los años jóvenes a los hombres no iniciados en el arte de amar.
Hablamos lo imprescindible; sobre el tiempo, la comida, los gastos del supermercado, pero nunca sobre nosotros, qué nos estará pasando ni porqué el aburrimiento hace mella en nuestro matrimonio bien avenido.
Tampoco tocamos el tema de la sexualidad, asunto tabú cuando las almas se enfrían... Por las mañanas, apenas me despierto, espero encontrarte en mi cama, pero tú ya has salido de ella y te has afeitado y acaso lees el periódico. Me esperas para que me levante para desayunar contigo.
-“Venturosa deferencia la tuya” –le miro de soslayo pero no me oye.
No peleamos, no nos gritamos; los gestos del uno para con el otro son repetitivos hasta la extenuación: las mismas miradas que siempre pasan de largo, con esos mismos ojos, que al principio me comían sin recato, que me desnudaban con la imaginación y me llevaban al éxtasis...
Ya no tengo motivos para sonrojarme, pues ni un piropo brota de tus labios exangües, tu boca sigue igual de seductora y me sigue causando los mismos arrebatos que cuando me sedujiste con tu voz aterciopelada. Sólo veía tus delicados rictus labiales enmarcados en esos los galanes rasgos del resto de tu cara. Me enamoré de tu sonrisa, de su carnosidad exuberante, y tú dijiste sentir lo mismo por mí; pero el tiempo ha pasado y debo conformarme con ensoñar para sentirme un poco más feliz. Para que no averigüe mi arraigo fuera de la realidad, el triste y extraño escenario en el que estoy flotando.
Por eso, continúo nuestra historia de amor en mis sueños; Es en ellos donde te hago el amor casi como el primer día, -con un resuello de cansancio tras la batalla de pudor sin desmesura-. Antes todo lo mío te parecía bien. Hasta hoy. Ya nada es igual, cinco años han bastado para agotar todas las reservas de nuestro deseo mutuo. Te miro y te desconozco; en el espejo nos reflejamos como la pareja sin sentido que aparentamos. La que era. La que ya no es.
Me ignoras en cada acontecer de tu vida, no me hablas de tus problemas en el trabajo, de tus amigos, o de los proyectos que puedas tener. Yo debo callar, ahogo mi insatisfacción por los años perdidos en la jaula de oro en que se convirtió nuestro nido de amor; no puedo quejarme, ni dar opiniones que te puedan exaltar. Tú mandas, yo sólo acato.
-“Lina, cóseme ya la camisa nueva y lávame el jersey oscuro, que hoy tengo una reunión de trabajo” –otra orden más que sale de su boca.
Yo esperaré, enferma de silencio, que una nueva chispa vuelva a prender en nuestros solitarios corazones, aunque ya casi no me queden esperanzas. Tan sólo debo aguardar la llegada de la noche.
Soñaré de nuevo contigo, inventaré para mi deleite historias llenas de sensualidad y erotismo con las que confundir mi aturdido ego; tú llenarás esas noches para alimentar el resto de mis días de espera monótona. Tal vez mañana te percates que me compré ropa nueva, o quizá sólo me regañes por el gasto estúpido que hice. Cualquier cosa será mejor que morirme sin intentar cautivarte de nuevo.
Hoy, me conformaría con que los dos compartiéramos el mismo sueño, o que se nos despertaran los sentidos y se renovara nuestro amor desnutrido por el paso del tiempo.
Tendré que rescatarte de entre la maraña onírica para que, al amanecer, cuando te mire de nuevo, pueda sentir que tus ojos se posaron en mí, que al fin te percataste de mi insulsa existencia.
Mañana volveré a estrenar vestido nuevo [...]
.- 3 de enero de 2005. Alicia Rosell
(Estas líneas están extraídas de mi relato "Ensoñación")
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