"Podrán cortar las flores, pero no detendrán la primavera"(Neruda)

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viernes, 25 de agosto de 2006

FICCIÓN BREVE VENEZOLANA - REVISTA DIGITAL


LITERATURA Y SOBERANÍA



"... los amigos te felicitan en el café, pero no te leen, te repiten lo mismo que tú les has estado diciendo a ellos durante el tiemp o en que no habías publicado tu libro, te dicen 'una gran novela'. Cuando te has marchado empiezan a reírse porque cada uno de ellos va a escribir uno mejor" -Renato Rodríguez (Al sur del Equanil)

Conversando una tarde con José Pulido, en su apartamento de Bello Monte, señaló que él tenía una fe muy grande en todos los escritores venezolanos. Con ese estilo tan franco con el que aborda cualquier tema, aseguró que en general todos los escritores de Venezuela son buenos, pero que, claro, todos tienen su propio tamaño...

Días antes de ese agudo comentario, Miguel Márquez aseguró, palabras más, palabras menos, consultado en torno al proyecto de Ley de los derechos del autor, que el del libro no es un asunto financiero, sino de soberanía y patrimonio. Si la literatura fuese un asunto de soberanía, pensé yo al leerlo, no estaríamos celebrando al Quijote en el mundo entero, ni leeríamos a Shakespeare con un deleite humano universal. Es decir, fuera la literatura un asunto local y, es sabido que no lo es.

Estas dos observaciones me permiten precisar una opinión en torno a la polémica suscitada hace dos, tres meses, con aquello del actual estado de salud de la narrati va en Venezuela, a raíz, según entiendo, de unas declaraciones emitidas por Antonio López Ortega en torno al tema. Resulta curioso que las palabras de López Ortega hayan despertado tanta discordia, cuando Luis Barrera Linares ya había advertido, en una entrevista concedida a Ficción Breve Venezolana, que no era este el mejor momento de la narrativa venezolana.

El señalamiento de Pulido me resulta muy pertinente, muy digno de un alma forjada en el pateo callejero, porque antepone a su generosidad una circunstancia reguladora: puede creer en todos los escritores locales, pero advierte que cada uno tiene una estatura diferente. Por tanto, son buenos desde su respectivo tamaño.

Descreo, en cambio, de una fe ciega que se convierta en solidaridad automática, en un tema dentro del ámbito de la bandera y el sentimiento patriótico. Es decir, en aseverar que el asunto del libro es un asunto de soberanía. Como difusor de la narrativa venezolana, creo que la nuestra está dando buenos resultados, pero básicamente porque creo que a los autores parecen tomarse más en serio el oficio
de escribir. En líneas generales, claro está. Contrariamente a lo que argumenta Márquez , siento que la joven narrativa venezolana, la de los autores entre 25 y 45 años, por poner un rango , tiene síntomas de vigor cuando éstos comienzan a creer que, con mucho esfuerzo, pueden llegar a competir con cierto éxito en los concursos nacionales e internacionales. Es decir, porque comienzan a convencerse de que dando lo mejor de sí (y para eso se requiere mucho tiempo y dedicación) están en capacidad de producir dinero con su obra. Aunque sólo alcance para financiar la celebración y comprar unos cuantos libros fuera del presupuesto cotidiano.

El estímulo material sigue siendo el gran motor, y que me disculpen los exegetas del socialismo del siglo XXI. La consecuencia inmediata de esa posibilidad (con asidero o no en la realidad) es que probablemente deben dedicarle más tiempo y esfuerzo a perfeccionar su obra, de la que le dedicaban los protagonistas de la "dulce locura" de los años setenta; los cuales escribían porque eran tipos inteligentes y cultos. Claro, escribían para tipos tan inteligentes y cultos como ellos, no para el público que compra los libros de la serie thriller que edita Afadil, por poner un ejemplo.

Ahora bien, ¿por qué mi optimismo no es tan rebosante como el de, por ejemplo, Echeto y Chirinos, quienes cerraron filas en torno a una causa común? Básicamente, porque creo que si bien la narrativa venezolana actual da muestras de vigor y salud en cuanto al deseo de los narradores de darse a conocer, en cuanto a la cantidad de libros que se bautizan semanalmente y en cuanto al incentivo que ofrecen concursos que nacen y se consolidan en estos tiempos (el de la Policlínica Metropolitana, en un caso; y el de Sacven con sus cuatro ediciones a cuestas, en el otro), también creo que damos señales negativas acerca del estado de salud de nuestra narrativa cuando nos ponemos hipersensibles a la crítica. Una narrativa con tradición, robusta, blindada, no le debe temer a la crítica. Es una oportunidad de revisarse y crecer, por tanto la toma en cuenta. Y sabe reconocer cuando se ofrecen argumentos contundentes. No hemos ganado ninguno de los grandes concursos que se convocan para la narrativa hispana durante los últimos años. Y no me refiero siquiera al Seix Barral de hace tres décadas que se trajera Adriano. Las últimas noticias relevantes más o menos la han dado Uslar Pietri al ganar el Rómulo Gallegos y acaso Eloi Yagüe al ganar el Semana Negra de Radio Francia. Bueno, también están el segundo lugar en el Fernando Quiñones que obtuviera Méndez Guedez, el Alfonso VIII que ganara Fernando Cifuentes, el juvenil Cuento contigo de Casa de América que obtuviera la portocruzana Enza García, pero esas noticias siguen siendo esporádicas.

No podemos irritarnos porque se diga que no somos muy dados a ofrecer grandes noticias en ese rubro. Que siguen existiendo grupitos que se publican y se ensalzan entre ellos privando el amiguismo por sobre la calidad literaria, como lo señalara Luis Barrera Linares en la reciente entrevista que le hicimos, es algo cierto cuya sola denuncia produce más beneficio que daño. Que todas las editoriales subsidiadas por el Estado tienen al editor en su catálogo, es otra verdad irrefutable. ¿Por qué decirlo se convierte en un delito de traición? Que existen personajes que se han hecho famosos por razones no estrictamente relacionadas con la calidad literaria de sus obras, sino por haberse puesto bajo la vigorosa sombra de algún grupo que maneja influencias en determinados sectores. ¿Cómo negarlo? Esa es una verdad que hay que aprender a decir con honestidad y rectitud, por el bien de la literatura misma. "Con mi verdad ni ofendo ni temo", me suena mejor a "el que no está conmigo está en mi contra".

Si tenemos que quitarnos los complejos a la hora de decir que nuestra literatura sí es buena y sí está a la altura de otras del continente, y sí ha crecido mucho en diversidad y calidad; también tenemos que saber decir cuando alguien no nos convence. Y que siga siendo nuestro amigo. La cercanía geográfica y afectiva es un elemento de mucho peso, es verdad, pero tenemos que saber superar ese temor para que esa vigorosa narrativa siga creciendo en calidad, y podamos aprovechar el momento para obtener los mejores resultados, que está en un buen momento, sin duda. Si no lo creyera así no estaría al frente de Ficción Breve Venezolana.

Graham Greene señaló en una ocasión que "La deslealtad, ¿no es una virtud en el escritor, tan grande como la lealtad en el soldado?". Quiso referirse con esto a las relaciones que establece el autor con sus objetivos. El libro, la narrativa, la literatura en general, no es jamás un asunto de soberanía, nadie es tan tonto como para no saber que ese argumento encierra otros intereses. Tampoco es un asunto meramente económico (porque el resultado puede terminar siendo algo tan deprimente como Coelho o Jaime Baily), aunque sin duda mientras más tiempo se le pueda dedicar, se obtendrán mejores resultados. Es un asunto, como todo hecho artístico, de calidad y honestidad. De acabado. Los textos o están logrados o son intentos fallidos. El autor supo llevar el texto a su punto de mayor esplendor o se precipitó y, por desidia, flojera o incapacidad, estropeó la obra con una publicación prematura que mató la obra. Y ante esos parámetros no cabe la amistad, ni la bandera, ni la compasión. Es algo que debemos aprender.


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-ALICIA ROSELL, 2006-

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