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martes, 5 de diciembre de 2006

EL CORAZÓN DE LA NOVELA - QuéLeer

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por Eva Orúe

De sus palabras podría deducirse que se sienten solas, aunque se saben numerosas y están dispuestas a defender sus libros favoritos con el mejor ataque: comprándolos y obligando a las editoriales a mimarlos. "Desde el inicio, teníamos claro que a medida que nos fuéramos asentando en el mercado ampliaríamos nuestras líneas de colección con otras nuevas -recuerda Eva Mariscal, responsable del sello Terciopelo, editado por Roca-. Sabíamos que la novela romántica era un género que contaba con muchas y fieles lectoras y, por tanto, con unas ventas constantes. Así, a mediados del pasado 2005 empezamos a dar forma a Terciopelo."

Desde luego, es una conclusión que otras (Random House con Cisne, Urano con Titania, Ediciones B con Vergara...) habían alcanzado antes y a la que algunas llegaron poco después. "Siempre hemos sabido que en el mundo de la novela romántica había un mercado importante -abunda Ángeles Aguilera, directora de promoción y márquetin de Santillana, casa madre de la colección "Manderley", dentro de Suma-. Además, ahora se ha renovado: nuevos argumentos, nuevas auto
ras... Y aunque es casi un género oculto, tiene un público serio y constante."

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Portada número 116 de QuéLeer ( diciembre-06)

Un caso aparte es el de Harlequín, empresa de origen canadiense, fundada en 1949. "El descrédito normalmente va unido al desconocimiento -asegura Almudena Gil-. Novela romántica no significa mala novela, sino que responde perfectamente a las expectativas de la gente que la lee: pasar un buen rato junto a un buen libro, evadirse y soñar durante unas horas. De hecho, un escritor muy reconocido dijo en una ocasión que la novela no es buena o mala por el género al que pertenece..." Alude a Guillermo Cabrera Infante: "Ya no hay literaturas mayores y menores, y creer en tal división conlleva caer en un elitismo arcaico", dijo durante un curso que organizó en la Universidad de Verano de El Escorial, para el que contó con la participación de Corín Tellado, "inocente pornógrafa", y Delia Fiallo, la reina del culebrón, más la asistencia de Pedro Almodóvar en una suerte de fila cero. Una manera de acotar el terreno."En un siglo como este, caracterizado por inventar formas de narración popular, resulta inútil hablar ya de puertas anchas o estrechas para la creación literaria", añadió.

Y todavía: "hay un mome
nto en el cual la cantidad se hace calidad, y la cantidad muchas veces depende de la eficacia, una eficacia que es elemento primordial de la telenovela -y aquí lo imaginamos guiñando un ojo pícaro a Delia y de la novela rosa -reverencia cómplice a Su Majestad Corín-. Además, algo tiene que tener un libro o una serie de televisión si triunfa y consigue un público masivo". Algo, sí, pero qué.

Hace años, Andrés Amorós publicó un estudio en el que aseguraba que la clave de la novela romántica está en que satisface "los sueños ocultos de una gran masa española: ideales de erotismo y lujo, de sentimentalismo y vida fácil", lo cual le parecía socialmente condenable porque era lo contrario de lo que necesitaba el pueblo español.

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Una percepción negativa persistente que aún aflora de vez en cuando, por ejemplo, si alguien insinúa que otro alguien practica el vicio nefando del rosismo. "La novela rosa -afirmó con indignación Maria de la Pau Janer después de que en un chat alguien comparara su novela planetaria con las de Victoria Holt, Jude Deveraux o Amanda Quick- es un subgénero literario en el que prima un argumento sensiblero protagonizado por unos personajes absolutamente planos y con un hilo argumental muy pobre y previsible. Mi libro no tiene nada que ver con eso."

La inquina, tan extendida, tiene precedentes ilustres. Uno: Gustave Flaubert en y con Madame Bovary, obra que algunos leen en clave cervantina y dicen que es al género que nos ocupa lo que el Quijote a los libros de caballerías, y cuya moraleja es terrible: el gusto por el romanticismo debe ser castigado.



Fuente: QuéLeer
Diciembre 2006.

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-ALICIA ROSELL, 2006-

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