"INSOLACIÓN EN EL ANDÉN" (Nuevo texto en mi blog "Retahílas Literarias")
En el andén, Lucía sentía que el vapor del tren cegaba sus ojos y el tufo a carbón quemado le resecaba las fosas nasales. Abrió su sombrilla para usarla como escudo ante el resoplido que salía por debajo de los vagones. Después, permaneció a la espera. Se escuchaba el silbato del jefe de estación dando la entrada a una locomotora por el otro andén. A la mujer le llegaron entremezclados los sonidos de la algarabía de transeúntes y viajeros.
-Preciosa sombrilla -oyó decir tras el improvisado escudo.
-¿Se dirige a mí? Disculpe, pero no le veo. -No obtuvo respuesta.
Bajó los ojos y alcanzó a ver la elegante franela de los pantalones que enfundaban aquéllas largas p
iernas. Cerró su sombrilla. Se estremeció. El hombre que la había abordado era el vivo retrato de su esposo fallecido.
-¿Quién es Ud.? –El hombre rió con ganas cuando advirtió su nerviosismo.
-La voz de su conciencia, señora mía. Usted, ¿quién quiere que sea? Seré quien Ud. desee por un día.
Lucía creyó estar siendo protagonista de un sueño o de una broma de mal gusto.
-Pretende burlarse de mí, señor, es obvio. Ni siquiera se ha dignado presentarse con su verdadero nombre.
-Elíjalo Usted misma. -No parecía existir atisbo alguno de sorna en sus palabras-. Lucía hizo ademán de marcharse. El hombre creyó sentir que tenía la sangre a punto de hervir cuando decidió retenerla por la cintura.
-Señor, yo no le conozco, así es que será mejor que cada cual se vaya por su camino, y… ¡suélteme, por Dios, que todo el mundo nos mira!
-Todavía no ha elegido mi nombre. ¡Hágalo y la dejaré marchar!
Lucia pensó un poco y con cierta ironía le dio el nombre que pensó mejor le encajaba.
-Sr. Enigma le va que ni pintado. Eso es lo que es Ud., además de un doloroso recuerdo para mí. -Se recompuso como pudo de la confesión-. Y bien, ¿puedo irme ya?
-De acuerdo, Lucía, seré Enigma por un día sólo para usted. -Se lo susurró al oído mientras echaba a andar junto a ella-. Por cierto, no gesticule mucho. Parece que nadie excepto usted puede verme y oírme. Creo que la tomarían por loca, ¿sabe?
El desconcierto de la mujer iba en aumento: los nervios se arremolinaron en su estómago a la vez que empezó a sentirse mareada. Tenía que sacar fuerzas para echar aquel hombre de su lado antes de que la volviera loca.
-Veamos, Sr. Enigma, ¿acaso es Ud. un fantasma? ¿Quizá pretende ser el de mi esposo?
-Si así gusta, yo estaré encantado. ¡Os concedo el deseo, querida! Puede llamarme como a él.
-No me pida tanto o le atizo con la sombrilla en la cabeza, señor Enigma[...]
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