LAS ILUSIONES DORMIDAS (FRAGMENTOS)
"HOY COMIENZO UNA NUEVA ETAPA "
¿ME ACOMPAÑAN?
HE PERDIDO MIS SONRISAS. NADIE ME AYUDARÁ A ENCONTRARLAS. PERO NO HAN DE ANDAR LEJOS. HE DE IR A BUSCARLAS.
"[...]Me refugiaba bajo el paragüas y recorría las calles a horas en que el mundo estaba cerrado. El relajo ajeno me permitía asomarme a los escaparates de mis librerías preferidas, la San Pedro y la de Mila. Situadas a quinientos metros la una de la otra me obligaba a recorrer la distancia, y si llovía, como lo hace ahora en mis añoranzas, tanto mejor. El paragüas era el techo de mi silencio, en él rebotaban mis angustias y quedaban prisioneros los malos ratos vividos antes de salir de casa.
Deambulaba con los pensamientos repletos de esperanzas mientras admiraba el arcoiris en las calles del pueblo cuando el agua se convertía en prisma. Pisaba las famosas baldosas de Bilbao, -un día las descubrí en muchas ciudades que no eran la mía- recorriendo las distancias con el bullir de ideas en la mente y un remolino de temores en mi estómago. Las mariposas del amor anidaban mi vientre y la adolescencia mostraba sus garras afiladas cuando mi imaginación volaba más allá de toda lógica.
Mi vuelta a casa siempre era silenciosa, me había mojado a pesar del paragüas -caía sirimiri casi siempre, y agua torrencial algunos días- pero reunía fuerzas a mi llegada y mis saludos se resolvían cantarines tras las horas de paseo en soledad. Había 'amolado' con mis cuitas pese a no haberlas resuelto, y sin embargo, me sentía tranquila.
La tarde tocaba a su fin sobre los tejados de las casas frente a la ventana de mi cocina, y la voz de mi madre se me acercaba por detrás. Mohína todavía, me volteaba y mostraba mi felicidad en los labios -tan carnosos, siempre me decía que tenía los labios gruesos- para recobrar su arresto perdido. Cariñosa, me envolvía en sus caricias y me hacía trencitas los sábados por la tarde. Por televisión pasaban películas de Bette Davis, siempre fue nuestra actriz favorita, y las dos llorábamos a moco tendido. No se cual era el revulsivo que me hacía derrotar las angustias, ni aún hoy, décadas de lluvias después puedo saberlo. El relajo del paseo bajo la lluvia, los libros que me trasladaban a mundos lejanos desde sus títulos y portadas y que no podía tocar porque en aquel entonces en las librerías pequeñas no dejaban ojearlos ni tocarlos, el silencio que reinaba en la cocina mientras rumiábamos nuestra mutua culpa, las trencitas que me llevaban al borde del sueño como cuando era una niña muy pequeña, sus caricias balsámicas o los instantes en que nos mirábamos y nos decíamos en silencio : ¡Te quiero!
Cada noche, la puerta se cerraba con todas las vueltas de llave, la madera crujía siempre junto a ella, y con ese sonido bronco me dormía. Era el final de otro día. Mañana volvería a salir a buscar mis sonrisas, sería la excusa perfecta para recorrerme las librerías. Lástima que en aquellos años setenta en mi pueblo -entonces no vivía en el mismo que hoy- no hubiera más motivos para coger el paragüas ineludible y salir a buscar mis pensamientos por las calles vacías y pintadas de arcoiris tras la lluvia[...]
(Continuará...)
Escrito por Purificación Ávila (Alicia Rosell), el 26 de agosto de 2006.
La tarde tocaba a su fin sobre los tejados de las casas frente a la ventana de mi cocina, y la voz de mi madre se me acercaba por detrás. Mohína todavía, me volteaba y mostraba mi felicidad en los labios -tan carnosos, siempre me decía que tenía los labios gruesos- para recobrar su arresto perdido. Cariñosa, me envolvía en sus caricias y me hacía trencitas los sábados por la tarde. Por televisión pasaban películas de Bette Davis, siempre fue nuestra actriz favorita, y las dos llorábamos a moco tendido. No se cual era el revulsivo que me hacía derrotar las angustias, ni aún hoy, décadas de lluvias después puedo saberlo. El relajo del paseo bajo la lluvia, los libros que me trasladaban a mundos lejanos desde sus títulos y portadas y que no podía tocar porque en aquel entonces en las librerías pequeñas no dejaban ojearlos ni tocarlos, el silencio que reinaba en la cocina mientras rumiábamos nuestra mutua culpa, las trencitas que me llevaban al borde del sueño como cuando era una niña muy pequeña, sus caricias balsámicas o los instantes en que nos mirábamos y nos decíamos en silencio : ¡Te quiero!
Cada noche, la puerta se cerraba con todas las vueltas de llave, la madera crujía siempre junto a ella, y con ese sonido bronco me dormía. Era el final de otro día. Mañana volvería a salir a buscar mis sonrisas, sería la excusa perfecta para recorrerme las librerías. Lástima que en aquellos años setenta en mi pueblo -entonces no vivía en el mismo que hoy- no hubiera más motivos para coger el paragüas ineludible y salir a buscar mis pensamientos por las calles vacías y pintadas de arcoiris tras la lluvia[...]
(Continuará...)
Escrito por Purificación Ávila (Alicia Rosell), el 26 de agosto de 2006.
Un relato muy sensible, de hermosos pensamientos bañados de sentimiento.
Posted by Anónimo | domingo, 27 agosto, 2006
¡Gracias, querida Magda!
A veces escribir nos resulta un acto impúdico, por aquéllo de que desnudamos el alma. Otras, las más, sentimos que la escritura es el catalizador que nos devuelve la alegría de vivir.
Es lo que intento hacer en esta etapa que inicio.Es mi deseo llegarles, veremos si lo consigo.
Te felicito nuevamente, y ahora desde aquí, por la publicación de tu libro.
Un beso para desearte muchísima suerte con él.
Un abrazo de Alicia Rosell o Puri, como gustes.
Posted by Anónimo | domingo, 27 agosto, 2006